La exposición al sol es uno de los principales factores que inciden en cómo se ve la piel. Una sobreexposición al mismo, sin la protección adecuada, puede hacer que la piel se enrojezca en una primera fase, llegando a convertirse este enrojecimiento en quemaduras si no se ponen en marcha los mecanismos necesarios.
El enrojecimiento de la piel a causa de la exposición excesiva y sin la protección adecuada al sol se conoce como eritema solar o, quemadura solar. Su aparición es causada por una exposición excesiva a las radiaciones UVB. Habitualmente, su aparición suele darse durante 6-12 horas después de la exposición al sol, manifestando un ligero enrojecimiento en las zonas afectadas que puede ir acompañado de inflamación y dolor en dichas zonas, así como de malestar general, dolor de cabeza y, en algunas ocasiones, fiebre. Sin embargo, sus efectos pueden ir mucho más allá del simple enrojecimiento cutáneo.
Descamaciones de la piel, aparición de ampollas, quemaduras de mayor nivel… Estos son algunos de los síntomas que un eritema solar puede causar. Estas lesiones varían en función de la intensidad y duración a la exposición solar, así como del grado de sensibilidad al sol que cada una de las personas presente, dicho de otra manera, del fototipo de la persona afectada.
Frente a los eritemas solares el mejor arma es la prevención. Cremas solares que impidan que los rayos UVB penetren dentro de la piel y la protejan de las agresiones externas que las largas exposiciones solares pueden acarrear. Pero, si no se han tomado las precauciones necesarias antes de la exposición solar, es importante poner remedio después de las mismas para minimizar los efectos que el sol puede causar en la piel.
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